la letra sin sangre entra

Blog de libros y literatura escrito por Francisco Herrera

18 octubre 2004

 

Bolaño y la Blitzkrieg

La literatura nazi en América de Roberto Bolaño es una agradabilísima sorpresa de fin de semana. La encontré el sábado en Jerez en Martínez de Pisón y le dediqué la tarde del domingo. Al principio uno no sabe si creer o no la posiblidad de que semejante monstruario llegara a existir pero lo que está claro es que "podría" existir o haber existido. Aunque la crítica insiste en que Bolaño intentó parodiar la estructura y el tono de los manuales de literatura al uso, a mí me recordó más a las miscelaneas borgeanas (sobre todo a Antiguas literaturas germánicas). En cualquier caso, un ingente y divertidísimo viaje por una geografía alocada y a una velocidad de vértigo. Posted by Hello



 

Maestros antiguos en este Planeta

Me escribe desde Estocolmo Eduardo con un tono entre indignado y zumbón sobre el Planeta que se ha llevado Lucía Etxebarría (o Echebarría, como escribirían ABC y La Razón). Al fin y al cabo, los negocios son los negocios y, que yo sepa, no tienen nada que ver ni con la literatura ni con la novela. ¿Cuántos Planetas han pasado a la historia de la novela contemporánea española? Pues eso. Otra cosa, claro, es el Nobel de Literatura. La verdad es que yo no sabía nada sobre Elfriede Jelinek, pero viene avalada por el magisterio de Thomas Bernhard y por los ataques que la extrema derecha austriaca le ha propinado a lo largo de su carrera. En Maestros Antiguos (Alte Meister) el autor de Helada dejó dicho por boca del ácido Reger que en Austria hay que ser una mediocridad para tener derecho a hablar y ser tomado en serio, un hombre de chapucería y de mendacidad provinciana, un hombre con una cabeza absolutamente de Estado pequeño. Un genio, o incluso un intelecto extraordinario, es asesinado aquí a la corta o a la larga de una forma humillante. Donde dice Austria póngase España y que cada uno saque la conclusión que le apetezca. Posted by Hello



 

Nonagésimo tercer Sabato

El sábado, leyendo el ABC, me encuentro que en su distinguida Tercera, el César de nuestro Instituto Cervantes dedica un artículo a Ernesto Sabato por su, literalmente, “noventa y tres cumpleaños”. Se me pusieron los pelos como escarpias y tuve que dejar de leer. Lo siento, uno ya está muy mayor para dejar pasar estas cosas. Sólo hay dos posibilidades, una inverosímil y otra descorazonadora. La primera es que el señor Molina no conoce la forma correcta “nonagésimo tercer cumpleaños”, pero, como ya digo, esto es impensable dada su carrera como escritor y profesor. Entonces, nos queda la segunda, y es que este buen caballero piensa que los lectores de ABC en particular y los de periódicos en general no tenemos ni idea de cómo funciona el sistema de numeración en nuestra propia lengua. En ese caso, muchas gracias por traernos la luz.

Aprovecho que he traido (otra vez) a colación el nombre de Sabato para dejar un par de citas de su Abaddón que tienen que ver con la polémica del autor comprometido. La primera dice que con ese criterio, Beethoven era una mala persona porque en plena época de la Revolución Francesa hacía sonatas en lugar de marchas militares. Y bastante más adelante insiste en la misma idea: las novelas de Kafka no describen huelgas de ferroviarios en Praga, y sin embargo quedarán como uno de los testimonios más profundos del hombre contemporáneo. Resulta que habría que quemar toda su obra, como la de Lautremont o la de Malcom Lowry.

14 octubre 2004

 

Una corrección (desde la pescadería)

En una de las primeras anotaciones que aparecieron en este diario me permití, con muy poca vergüenza e incluso menos justicia, comparar a Henry James con la mojama y a D. H. Lawrence con los arenques. Espero que se entendiera el símil no a favor de uno ni de otro, porque no era la intención hacer un juicio de valor general de los dos autores. Para mí James es un escritor fuera de órbita, un caso aparte de la naturaleza humana, así como Lawrence tiene su razón de ser en un periodo concreto de la literatura inglesa sin el cual no se puede comprender su obra. En cualquier caso, creo que todo el mundo sabe que un kilo de mojama cuesta en el mercado bastante más que un kilo de arenques. Y perdonen por la zafiedad de la comparación.

 

Desde Lübeck (II)

Y de nuevo, aprovechando que estaban en la ciudad del mazapán, Susana y Alberto también me hicieron una foto de la casa de Günter Grass...  Posted by Hello

 

Desde Lübeck

Como mis amigos saben de mi afición thomasmanniana, Susana y Alberto, que estuvieron en Lübeck, me trajeron una fotografía de la Casa Museo de los Mann en su ciudad natal, la que muchos conocen como la casa de los Buddenbrook. En la página de la fundación que lleva el nombre de los Mann me entero de que lo queda es una recostrucción (sólo queda la fachada más o menos original) porque la casa se quemó durante los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. No creo que a Thomas eso le doliera demasiado...  Posted by Hello

10 octubre 2004

 

Otro Henry James ya

Jorge Luis Borges dijo que no sabía de una labor más asombrosa que la de Henry James. Aunque uno se imagina que lo que más sorprendió al primero debieron de ser los cuentos del segundo o, como mucho, sus novelitas breves al estilo de Otra vuelta de tuerca (The Turn of a Screw) no tenemos más remedio que darle la razón al de Buenos Aires y quitarnos el sombrero (de copa si es posible) ante la obra de Henry James. Para mí El retrato de una dama (The Portrait of a Lady) sigue siendo la puerta de entrada principal al edificio novelístico de este norteamericano sui generis disfrazado de señor europeo finisecular y un punto decadente. Por cierto, si el tema principal de muchos de sus libros fue el de la mirada asombrada del ciudadano estadounidense sobre la realidad europea ¿cuándo aparecerá el autor que recorra este camino en sentido inverso? ¿quién será el James que fije en su retina la gran extensión norteamericana con ojos de candidez europea?

08 octubre 2004

 

A favor de Sabato

Para terminar con "el caso Sabato" publico dos párrafos sacados del discurso que dio el autor argentino cuando recibió el premio José Ortega y Gasset. No sé si servirá para algo. Por cierto, soy consciente de que en los últimos mensajes he escrito Sabato y no Sábato, porque así es como lo hace su editorial de toda la vida en España: Seix Barral.

"Sucede que, ante determinados acontecimientos, todo intelectual auténtico debe postergar su obra personal en favor de la obra común, poniendo su voz al servicio de los hombres, para ayudarlos a construir una nueva fe, una débil pero genuina esperanza. Entonces, en el vertiginoso suceder de los acontecimientos, la palabra que surge en respuesta logra evadir su destino fugaz y perecedero.

En este sentido, quienes trabajamos con la palabra, escritores, filósofos, periodistas, pensadores, y quienes a través de sus imágenes hacen oír el clamor de tantas voces silenciadas, todos nosotros, digo, más que una función pedagógica, tenemos un deber ético con las sociedades. Debemos restaurar el sentido de las grandes palabras deterioradas por aquellos que intentan imponer un discurso único e irrevocable".


Ernesto Sabato, Madrid, a 10 de mayo de 2002




 

Contra Sabato

Otra vez estamos con lo mismo. No hay manera de aclarar la falacia del escritor comprometido. Un autor acusa a otro de no haber hecho suficiente contra una dictadura. No voy a opinar sobre esto. Pongo más abajo el ejemplo que recoge El País de ayer. La pregunta es la siguiente el señor X es un escritor mejor que el señor Y pero menos comprometido. ¿Y qué? Lo siento por parecer superficial o insolidario, pero creo que esa es una cuestión planteada de forma equivocada. Ahí va el artículo que ha hecho saltar la chispa:

"Yo siempre me levanto muy temprano, ¿nos vemos a las ocho?", propone (¿amenaza?) Osvaldo Bayer (Santa Fe, 1927), quien participa hasta mañana en Madrid en Mirada al sur, un encuentro de escritores argentinos en la Casa de América (paseo de Recoletos, 2), que promete reavivar la polémica sobre la actuación de algunos grandes nombres de la literatura argentina durante la última dictadura militar.

Tras negociar un horario más humano, Bayer (en realidad, Payr: "Mi padre lo cambió porque, como había aspirinas de esa marca, era fácil de entender") adelantó ayer los conceptos que expondrá esta tarde en una mesa redonda sobre la literatura argentina del destierro y volvió a cargar (como hizo Juan Gelman recientemente) contra Ernesto Sábato, a quien acusa de tener "el don de la ubicuidad" y de haber sabido "situarse" tanto en los gobiernos dictatoriales como en los democráticos. "Nunca se jugó por nada", lapida el autor de La Patagonia rebelde, omitiendo el "la", como se usa en Río de la Plata. Declaraciones que matizan los homenajes recientes al cumplirse 20 años de la comisión redactora del Nunca más sobre la desaparición de personas y presidida por el autor de El túnel. "En un país en el cual desde el año 30 ha habido 14 dictaduras, al señor Sábato jamás se le prohibió un libro, jamás estuvo preso ni tuvo que exiliarse. En las peores épocas se le ha premiado y ha tenido reportajes. Mientras Cortázar hablaba del genocidio cultural, Sábato decía que él siempre podía trabajar en su casa".

Historiador, escritor, miembro activo de organizaciones de derechos humanos y periodista, el autor de Rebeldía y esperanza se define como "un intelectual independiente" que sigue creyendo "en el anarquismo como socialismo en libertad". Se confiesa "cauto" ante el Gobierno de Kirchner y no esconde su desconcierto en una época "de descompromiso en la cual a los escritores argentinos parece interesarles sólo la literatura". Antes, dice, "se metían en la discusión política, se involucraban, debatían en las universidades. Ahora nadie se mancha". ¿Puede leerse esto como un fracaso de la veinteañera democracia argentina? "En eso la dictadura triunfó", dice Bayer. "Queda muy bien ser literatos y no intelectuales de la sociedad". Actitud cuestionable, apunta, en un país "de rodillas" donde "hay chicos de cuatro años revolviendo la basura."

Osvaldo Bayer se exilió en 1976, tras la prohibición de La Patagonia rebelde. Se fue a Alemania y regresó a Buenos Aires en 1983, con la democracia. "Una anécdota basta para pintar el deterioro de esa sociedad. Fui a la Sociedad Argentina de Escritores, de cuya comisión directiva había sido miembro. No me recibió nadie y, antes de irme, la secretaria me dijo: 'Usted debe ocho años de cuota social'. Le pagué y no volví más".

Esta tarde, Bayer recordará a otras víctimas de ese horror. "Voy a hablar de lo que fue la partida y la feroz persecución", anticipa, "de la quema de libros en nombre de Dios, la patria y el hogar, y de algo muy triste: algunos intelectuales que se quedaron en Argentina comenzaron a atacar al exilio a través de publicaciones como la revista literaria El ornitorrinco. Mientras tanto morían Rodolfo Walsh, Paco Urondo... ". Todo esto Bayer y Gelman lo han contado en un libro conjunto, Exilio, de 1984. Allí se narra además "el elogio" de Sábato a Videla, tras una comida a la que también asistieron Borges y Bioy Casares. "Sábato declaró: 'El general Videla es un general culto', sin aludir a las desapariciones. Dijo que lo habían malinterpretado, pero la prensa internacional era testigo".

No sin nostalgia, Bayer recuerda un fallido plan de regreso sorpresa de los intelectuales exiliados que se abortó, dice, "porque Cortázar se enamoró" de Carol Dunlop. "Íbamos a llegar el mismo día en que Videla le entregaba el poder a Viola. Los extranjeros, Günter Grass entre ellos, pedían que Cortázar presidiera la delegación. 'Yo no quiero que me den un tiro en la cabeza', me dijo. Tenía derecho: era viejo y se había enamorado". A Bayer la vejez y la muerte no le son ajenas. Hace siete años le diagnosticaron un cáncer fulminante y tres meses de vida. "Se equivocaron. Pero no hay temor. Simplemente, se termina el trabajo, se cierra el escritorio y a volar".



RAQUEL GARZÓN - EL PAÍS - Cultura - 07-10-2004



03 octubre 2004

 

La novela no demuestra, muestra

Existe un subgénero disperso que, dentro de la literatura hispanoamericana de final del siglo pasado, recoge las opiniones de los autores sobre su propio trabajo y el de sus colegas de habla hispana. Dentro de este grupo están la Historia personal del boom de José Donoso, La letra e de Augusto Monterroso y otros textos afines.

No son propiamente diarios ni memorias ni libros de recuerdos, más bien se comportan como reflexiones en voz alta sobre el trabajo literario en un continente específico, con una tradición concreta y con una lengua determinada. Un caso especial es El escritor y sus fantasmas de Ernesto Sabato, una larga deliberación sobre el oficio de juntar letras. Por sus páginas desfilan los nombres mayores del siglo: Mann, Proust, mucho Kafka, bastante Joyce, pero también se detiene para entrar al trapo en polémicas que para nosotros, lectores de otra centuria, se nos antojan ya lejanas (en especial su lucha contra el falso objetivismo de Robbe-Grillet y Natalie Sarraute o el estructuralismo academicista aplicado a la literatura).

A diferencia de los libros de Donoso o Monterroso entre las líneas de Sabato salta un conocimiento enciclopédico de las teorías del pensamiento y la ciencia tratadas como lo hace un huésped habitual no un parvenu. Se diría que el fin último de este amontonamiento de notas y comentarios no es otro que el de expulsar a los fantasmas del título. Entre ellos el que más persigue al autor: ¿para qué escribir? La respuesta para Sabato es simple: la novela es la forma más perfecta que el hombre ha encontrado hasta el momento para “buscar la condición del hombre”. Ni la ciencia, que necesita de objeto y sujeto para desarrollar su trabajo, ni la filosofía que en su rigidez no puede deshacerse de un esquema lógico de demostración permiten al ser humano presentar, como hace la novela, una cantidad tal de materiales como los que construyen la propia conciencia. Como el propio autor dice "la novela no demuestra, muestra".

 

Otra Santísima Trinidad

Dentro del triángulo isósceles que es la Santa Madre Troika de la literatura rusa (Dostoievski, Tolstoi, Chejov) el lado más débil ha sido siempre el último. En uno de los bordes más grandes está el psicologismo abrupto y cortante de Dostoievski con el que a menudo se tiene la impresión de que resbalar gracias la piel de esos personajes que parecen anguilas inasibles. En la otra cara se encuentra el mayestático y omnívoro Tolstoi, el papa oscuro de Yasnaia Poliana, el patriarca simbólico de la novela contemporánea sentado en su trono perfecto, lanza sus rayos como un Júpiter tonante de larga barba blanca. De Anton P. Chejov, el ángulo menos conocido, se ha dicho que es el mayor cuentista (sin segundas intenciones) de la literatura contemporánea y el gran renovador del lenguaje teatral moderno, sobre todo en su concepción stanislaskiana como método de aprendizaje actoral. ¿No es también el más moderno por menos definitivo, el que nos queda más cercano?

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