Al repasar el comentario de ayer sobre los riñones de cordero y el origen hebreo de Leopold Bloom me da por pensar que el siglo XX ha sido, para la literatura y para Europa en general, el siglo judío.
Marcel Proust trató de esconder, con poco éxito, su estirpe.
Franz Kafka hizo lo contrario, intentó acercarse a la cultura
yiddish y de algún modo acabó previendo con sus parábolas laicas lo que poca gente habría podido imaginar en su tiempo: la
Shoa.
Thomas Mann, casado con una judía y furibundo antinazi, parte del
Antiguo Testamento para afincar su tetralogía bíblica
José y sus hermanos (
Josef und seine Brüder 1933-1942). La utopía comunista y la mitología psiconalítica nacen de sistemas de pensamiento de mentes judías. La pregunta es: ¿a dónde fue a parar todo este esfuerzo y este tesón? ¿qué queda de todo esto en el Israel actual? Menos Sharon y más Spinoza.