la letra sin sangre entra

Blog de libros y literatura escrito por Francisco Herrera

29 abril 2005

 

A salto de mata



En su Diario de lecturas (A Reading Diary) el librólogo y polilector Alberto Manguel justifica la necesidad de la nota a pie de página: Este comentario, esta glosa, esta sombra que a veces acompaña a nuestros libros preferidos extiende el texto, lo lleva a otro tiempo y lo transforma en otra experiencia; arraiga la ilusión de que un libro nos habla y nos presta realidad a nosotros los lectores.

Estoy de acuerdo, pero ¿cuánta letra impresa inservible tenemos que devorar para llegar al encuentro luminoso de un lector que tenga algo verdaderamente que decir sobre el texto de otro? No sé si vale la pena moverse por la jungla de la subliteratura académica o periodística, entre esas polillas del papel muerto en el que se convierten casi siempre los críticos profesionales. Contra esto, prefiero la lectura a salto de mata.

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27 abril 2005

 

Poesía nutritiva

Repasando notas que tomé hace tiempo me encuentro con una de esas definiciones redondas con las que José Ángel Valente acostumbraba a regalarnos: Todo el que se haya acercado, por vía de experiencia, a la palabra poética en su sustancial interioridad sabe que ha tenido que reproducir en él la fulgurante encarnación de la palabra. No ha oído ni leído. Ha sido nutrido. Se ha sentado a una mesa. Ha compartido, en rigor, un alimento (Variaciones sobre el pájaro y la red, precedido de La piedra y el centro). De Valente me quedo con esa corporeidad, ese empeño por llevar los conceptos poéticos a lo material, a pesar de su carga conscientemente mística.

 

El centenario inviolable



El profesor José Carlos Mainer ha publicado en Le Monde Diplomatique (sí, sí, Le Monde Diplomatique) en su versión española y su número de este mes (todavía no disponible en la versión web) un artículo sobre la conmemoración quijotesca que no por erudito es menos divertido. Ya el título dice mucho: El centenario inevitable. Encuentro en él, además de un repaso rápido aunque detallado de las reacciones de los intelectuales españoles del siglo XX ante el cervantismo, y casi como colofón, una declaración rotunda: Las letras de hoy están llenas de hipócritas divertidos, de fantasiosos disculpables y de dietaristas pertinaces. Y todo eso está muy bien, ya que lo metaliterario ha venido a ser algo más que una moda: es el pecado original en que la literatura se complace. ¿Será que estamos viviendo el final de una época, como en lo que respecta a la pintura? ¿hemos entrado en una época de manierismo y repetición? Crisis o regeneración, el patio literario se parece cada vez más al de Monipodio, tan bien descrito por el manco de Alcalá.

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26 abril 2005

 

Lo + Proust



Marcel Proust es el narrador de lo sensitivo, sobre todo de las sensaciones de la imaginación y, por lo tanto, también de la imagen. Sus comparaciones y metáforas nos sorprenden siempre, aun sin estar manchadas del barro de las vanguardias que se desarrollan por los mismos años. Si el punk dadaísta del do it yourself había dado libertad a cada uno para hacer poemas con cualquier material y para crear imágenes que conectaran elementos totalmente alejados entre sí, Proust no quiere hacerlo él mismo; prefiere hacerse a sí mismo.

Ni siquiera en Flaubert, que tuvo que aclarar que Madame Bovary era él (cita tan manida como descontextualizada siempre) encontramos un precedente a la actitud proustiana: porque este él mismo del autor de En busca. . . no nos da señales directas de su etiqueta semántica. Nunca encontramos el nombre del protagonista (ni siquiera en las intervenciones de los demás personajes) ni nos da con certeza su edad, como hacemos nosotros mismos en nuestros procesos mentales más internos.

El novelista nos mete de cabeza en su mundo y nos exige una entrega sin paliativos. Nosotros somos Marcel Proust o no somos. Y para conseguir este efecto, acude primero al ejemplo de Swann. Y una vez que ha demostrado con este supuesto que lo que a él le sucede, le puede suceder a cualquiera, cambia el rumbo de forma brusca y vuelve a introducirnos en su imaginación, a medio camino entre Méséglise y Guermantes.

 

Cumpleaños

Primer aniversario de LaLetraSinSangre.

Gracias a los que en este año han llegado
hasta aquí y no se han arrepentido.


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25 abril 2005

 

Cuando haces pop ya no hay stop

Normalmente no hago mucho caso de las tesis catastrofistas del tipo el fin de la lucha de clases o la desaparición de la novela. Pero cuando se trata del final de la historia del arte, al menos tal y como la hemos conocido desde el Renacimiento hasta los años sesenta, ya no me pongo tan a la defensiva y me dejo convencer con más facilidad. Digo esto al hilo de la lectura del más que irónico y divertido ensayo de la profesora Marie-Claire Uberquoi tan bien titulado ¿El arte a la deriva? Con un bisturí nada temblón, la señora Uberquoi va diseccionando uno a uno los movimientos autodestructivos que el arte ha engendrado desde que Marcel Duchamp presentó en público su primera rueda de bicicleta y le puso la etiqueta de objeto artístico. Los retratos que la autora hace de Andy Warhol y Joseph Beuys son corrosivos, aunque, todo hay que decirlo, el sarcasmo es terreno abonado con ambas figuras. Para mí lo sorprendente es la división tan naturalmente esquizofrénica con la que el arte actual, al menos desde la explosión pop y hasta el momento, vive su enfermiza obsesión por inmolarse en aras de la pureza intelectual y el claro interés por cobrarnos entrada a todos para que asistamos al entierro. Por ley, debería estar prohibido que nadie diera ni una perra chica por cualquier objeto artístico creado desde que Warhol expuso las cajas Brillo. Puros hasta el hambre.


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22 abril 2005

 

Miraccolo!

Mañana, día grande del libro, no podré dejar ninguna anotación aquí, así que aprovecho para hacerlo ya hoy. En el ambiente se palpa desde hace tiempo cierto hartazgo de ese cervantismo de última hora. Es verdad que, en esta santa tierra, tan habituada a palios y vírgenes que lloran lágrimas de sangre, que se celebre por todo lo alto la publicación de una novela es un verdadero milagro civil. Pero también está claro que hay mucho saltimbanqui suelto y sin documentación en esto del carro cervantino. Como dice Francisco Ayala, ocurre con Cervantes que cuantos problemas le conciernen son llevados por la devoción a un paroxismo de estupidez (El tiempo y yo). Esto lo escribió en la primavera de 1948, no sé qué pasará ahora por la cabeza del cuasi centenario granadino con tastos fastos infaustos.

 

Por el camino de Heming

Hace ya más de una semana que leí La velocidad de la luz de Javier Cercas y todavía me resisto a comentarlo aquí. El libro está llamado a convertirse en un succès d’estime de temporada y eso, para algunos cantamañanas de la crítica será más un defecto que una virtud. No quiero hacer una reseña (no está en mi naturaleza) ni destripar su formidable estructura novelesca. Cercas se ha convertido en un gran prestidigitador de la narrativa que se nos presenta con un logradísimo disfraz de autor menor, cosa que, de ninguna manera, es. Pero lo que quiero anotar aquí es el detalle, muy de agradecer, de haber recuperado el orgullo de leer a Hemingway. Gracias, don Javier.

21 abril 2005

 

Noteboom y su amor a España

Al hilo del cometario rilkeano del otro día, ahí va una genial y, a la vez, tópica definición de este país: España es brutal, anárquica, egocéntrica, cruel; España está dispuesta a ponerse la soga al cuello por disparates, es caótica, sueña, es irracional. Conquistó el mundo y no supo qué hacer con él, está enganchada a su pasado medieval, árabe, judío y cristiano, y está allí con sus caprichosas ciudades acostadas en esos infinitos paisajes vacíos como un continente que está unido a Europa y no es Europa.

Esto lo escribió con mucho cariño Cees Noteboom en la introducción a El desvío a Santiago (De emweg naar Santiago) a principios de los ochenta. Yo no sé si después de la invasión de ladrillo y cemento armado de la última década podría el holandés encontrar “infinitos paisajes vacíos”, a no ser que mirara en el interior del cerebro de algunos personajes públicos criados en el suelo patrio.

Tengo que reconocer que me ha encantado la metáfora de las ciudades acostadas y me imagino que algo hay de eso cuando divisamos a lo lejos Toledo, Arcos de la Frontera, el Albaicín granadino, los pueblos ligeramente amodorrados de las Alpujarras.

20 abril 2005

 

La música que nos salva

Repaso las Presencias reales (Real Presences) de George Steiner para llegar a la conclusión de que el mundo (el de todos, pero sobre todo, el de la metaliteratura) es de nosotros, los mediocres. La repetición de ecos, el continuo rumiar de las mismas pocas ideas, el abuso y disfrute de argumentos fotocopiados. Este santo varón de la crítica actual, último representante de una estirpe agotada de humanistas y eruditos, arremete contra todos los estamentos de la industria paraliteraria (tanto la periodística como la universitaria), para al final llegar a la conclusión (anunciada ya desde la primera página, por otro lado) de que la presencia de Dios es inherente al acto estético, a la recreación artística de la vida. Y entre todas las artes hay una que mejor recoge ese pálpito místico precientífico, pues, como dice el maestro, sin las verdades de la música ¿cuál sería nuestro déficit de espíritu al día?

19 abril 2005

 

SF el antipático / ZP el simpático

Sánchez Ferlosio se niega a entonar el coro bobalicón del en un lugar de la mancha y no quiere dar inicio a la lectura monocorde y coral del Quijote. Imagino que no es mala idea que se lea en público, aunque todo quede en la cáscara vacía de un ritual idéntico cada año, visto lo que se lee en privado. El caso es que don Rafael se niega a hacerse el simpático con banalidades como estas. El mismo nos recuerda que la antipatía es resistencia y repugnancia a simular y escenificar -abyectamente- un mundo que no existe (Vendrán más años...). En buena hora a zetapé se le ocurrió llevar a los altares al de la Triste Figura.

18 abril 2005

 

El orientalismo goethiano

Goethe y su inseparable Kniep en Sicilia llegan ante una fuente. El vetturino (la persona chi guida cavalli o muli per trasportare merci o persone) saca su bota, que todavía está casi llena, y la completa con agua. Los viajeros, con la típica curiosidad germánica (mit wahrhaft deutschem Erstaunen, en cita textual goethiana) le preguntan por qué hace eso. El hombre, imagino que mirando a los viajeros con paciencia infinita, le da dos razones inapelables: primero, porque nadie bebe el vino puro y, segundo, porque no se sabe cuándo encontrarán agua de nuevo. Sin posiblidad de apelación. Los dos ilustrados prohombres se miran incrédulos. El genio anota en su diario de viaje en un día como hoy pero de 1787: tuvimos que aceptar este hábito como si de una costumbre nupcial del Oriente antiguo se tratara (indessen war das Fäßchen gefüllt, und wir mußten uns diesen altorientalischen Hochzeitsgebrauch gefallen lassen).

Esta anécdota y su resultado me recuerdan a las conclusiones de Edward Said en su Orientalismo. Efectivamente, el ser humano difícilmente puede quitarse las anteojeras culturales cuando trata de comprender otros comportamientos a los que nos está acostumbrado, sean los de una tribu africana o los de un campesino italiano. Y aplicará las estructuras mentales que le son propias a cualquier situación que se le presente. Claro que sólo la agudeza de Goethe puede regalarnos una comparación como esta. De algún modo, este pensamiento está relacionado con el comentario que Rilke le envía a la condesa Manon zu Solms-Laubach: España es una cosa más para admirar que para ver (no conozco el original alemán). No se debe intentar comprender a la gente del sur (lo que se entiende aquí por ver), sólo dejarse llevar por su incongruencia (o sea, admirar). A lo mejor pensamos que en la hora del turismo sin fronteras y de las redes de redes esto ha cambiado mucho pero yo creo que estamos en las mismas.

06 abril 2005

 

Obituario, de nuevo

Ha muerto Saul Bellow. Como siempre la desaparición de personas realmente excepcionales se ve solapada por la de personajes de opereta. Pero ahí está la realidad terca y dura. Lo despido con el título horaciano de uno de sus libros más tristes: carpe diem... O el clásico de Ausonio en De rosis nascentibus: Collige, virgo, rosas dum flos novas et nova pubes et memor esto aevumsic properare tuum.


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04 abril 2005

 

Un poco de cordura, por favor

Fiodor Dostoievski. Octavio Paz. Thomas Bernhard. Diego de Velázquez. Las Brontë. Orson Welles. Ibn Arabi. Fernando de Rojas. Giacomo Casanova. Gustave Flaubert. Virgilio. Charles Baudelaire. Ernst Lubitsch. Todos los Roth. Nicolai Gogol. Thomas Mann. Virginia Woolf. Gerald Genet. Henry James. Francisco de Goya. John Huston. D. H. Lawrence. Emmanuel Kant. Un amigo que no ves desde hace tiempo. John Coltrane. Rainer Marie Rilke. Akira Kurosawa. Un conductor que para en un paso de peatones. Franz Kafka. Juan de la Cruz. Los dos Calvinos. El único Erasmo. Raymond Carver. Claudio Magris. Fernando Pessoa. Qué se yo. Hay tanta gente de la que hablar.. y no quiero que me hagan perder más el tiempo con la muerte de un jefe de estado, aunque sea (o quizás precisamente porque es) el del Vaticano.

01 abril 2005

 

El maestro (Bulgakov) y Margarita

Qué gran heredero tuvo Gogol en Bulgakov. Imaginemos una mente calenturienta que estirara las apariciones de la Avenida Nevski, que llenara de huecos lisérgicos el famoso capote, que persiguiera entre pesadillas a una nariz ya no zarista sino soviética y muy estalinista y tendríamos algo parecido a El maestro y Margarita, la mayor sátira anticomunista que se podía escribir. Cualquiera que hubiera intentado mezclar una historia de amor, la crucifixión de Cristo vista desde la óptica de Pilatos y una serie de apariciones demoníacas hilarantes entre la burocracia moscovita se hubiera estrellado sin remedio en el intento. Pero Mijail Bulgakov no sólo sale airoso de la prueba sino que se lleva el primer premio. Un cuento moderno de brujas.


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Un Proust celestial

Siempre, en cada persona, tenía que ver más allá: el misterio, las relaciones, los encuentros, las alusiones entre los sexos, los roces de las palabras. Pero cuando lo contaba, nunca ponía los puntos sobre las íes; dejaba que el otro los añadiera. Uno tenía que adivinarlo por él mismo. Eso es lo que dice sobre monsieur Proust Céleste Albaret, la mujer que cuidó del genio los últimos ocho años de su vida, los más prolíficos. Todo el libro de recuerdos, recogidos por Georges Belmont y traducidos por Elisa Martín y Esther Tusquets para la editorial RqueR, tiene ese aire hagiográfico, de adoración naïf que podría restarle cierto valor testimonial pero que, en realidad, nos permite tener un retrato muy cercano del pequeño Marcel. Se me ocurre que el comentario de Céleste es una introducción perfecta para la Recherche.

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