Mañana, día grande del libro, no podré dejar ninguna anotación aquí, así que aprovecho para hacerlo ya hoy. En el ambiente se palpa desde hace tiempo cierto hartazgo de ese cervantismo de última hora. Es verdad que, en esta santa tierra, tan habituada a palios y vírgenes que lloran lágrimas de sangre, que se celebre por todo lo alto la publicación de una novela es un verdadero milagro civil. Pero también está claro que hay mucho saltimbanqui suelto y sin documentación en esto del carro cervantino. Como dice
Francisco Ayala,
ocurre con Cervantes que cuantos problemas le conciernen son llevados por la devoción a un paroxismo de estupidez (
El tiempo y yo). Esto lo escribió en la primavera de 1948, no sé qué pasará ahora por la cabeza del cuasi centenario granadino con tastos fastos infaustos.