Me escribe desde Estocolmo Eduardo con un tono entre indignado y zumbón sobre el
Planeta que se ha llevado Lucía Etxebarría (o Echebarría, como escribirían ABC y La Razón). Al fin y al cabo, los negocios son los negocios y, que yo sepa, no tienen nada que ver ni con la literatura ni con la novela. ¿Cuántos
Planetas han pasado a la historia de la novela contemporánea española? Pues eso. Otra cosa, claro, es el
Nobel de Literatura. La verdad es que yo no sabía nada sobre
Elfriede Jelinek, pero viene avalada por el magisterio de
Thomas Bernhard y por los ataques que la extrema derecha austriaca le ha propinado a lo largo de su carrera. En
Maestros Antiguos (
Alte Meister) el autor de
Helada dejó dicho por boca del ácido Reger que
en Austria hay que ser una mediocridad para tener derecho a hablar y ser tomado en serio, un hombre de chapucería y de mendacidad provinciana, un hombre con una cabeza absolutamente de Estado pequeño. Un genio, o incluso un intelecto extraordinario, es asesinado aquí a la corta o a la larga de una forma humillante. Donde dice Austria póngase España y que cada uno saque la conclusión que le apetezca.