Si un escritor publica su primera obra antes de los treinta, nadie le hace caso, se olvida por completo de su oficio y se dedica a otros menesteres, con casi sesenta años se vuelve a editar su novela, alcanza un éxito sorprendente (vende en su país más de un millón de ejemplares), no empuña la pluma hasta pasados los ochenta (una vez que su mujer ha muerto) y, encerrado en su
mobil-home (
mobijón, como dicen en Gibraltar) de Nuevo México produce otra gran obra maestra ¿cómo se llamaría esto? Puedes llamarlo sueño, como haría él mismo, o simplemente milagro. Esta es, en resumen, la historia de uno de los más grandes escritores estadounidenses del siglo XX:
Henry Roth, padre y madre de la literatura judía norteamericana. Él mismo comentó:
Todos me pregunta por qué he publicado un solo libro en todos estos años y la verdad es que la respuesta es tan largo como mi propia vida.
Arthur Miller en su discurso de recepción del Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2002 lo nombró con exactitud:
Las pocas grandes obras de arte que han resistido el paso del tiempo, como Llámalo sueño, de Henry Roth, si bien reflejaban con eficacia la pobreza y las miserables condiciones de vida de la clase trabajadora en la ciudad, de hecho apuntaban esencialmente en otra dirección: a las experiencias subjetivas del autor y su percepción personal de la vida en un tiempo y un lugar determinados.