En un artículo sobre
Joseph Conrad,
Virgina Woolf nos advierte de que
la visión de un novelista es la vez compleja y especializada; compleja porque tras los personajes y separado de ellos debe encontrarse algo estable con que relacionarlos; especializada porque siendo él una persona de sensibilidad única, están estrictamente imitados los aspectos de la vida en que puede creer (
El viejo Bloomsbury y otros ensayos). Así, en esto consistiría la grandeza y la miseria de la novela. El autor tiene la obligación de darnos vida pero no más allá de su propia experiencia creíble. Puede que aquí esté la clave para entender por qué se nos caen de las manos algunos libros y por qué otros no se nos despegan. Por otro lado la conexión de la sensibilidad de autor y lector tiene que ser aleatoria. Por eso a mí me gustan las novelas finales de
Conrad, pero a
Virginia Woolf (y me temo que a muchos de sus lectores) no tanto.