Es
Joseph Brodsky el que hace sobre Venecia, la ciudad con más metáforas por metro cúbico de todo el orbe, la comparación más cariñosa. Dice el maestro ruso que las callejuelas venecianas le recuerdan a los pasillos de una biblioteca (tan borgeana la remembranza, añado yo). Escribe
Brodsky esto en un libro con un bello título (
Marca de agua,
Watermark) y con una casi aún más bella edición (
Siruela, cómo no). Traigo a colación la cita sobre todo por la famosa frase de Brodsky en la que anuncia que le gustaría morir en Venecia (aunque nada tenga que ver con el
von Aschenbach de
Thomas Mann). A mí me da igual morir en el
Lido o en la cama de un hospital de campaña pero si tuviera que darme de bruces con los restos de mi civilización, como en la icónica escena de Charlton Heston, preferiría ver surgir de la arena, en lugar de la antorcha neoyorquina, el tejado del
Campanile. Larga vida a la Serenísima.