Hace unas semanas
Rodríguez Rivero en su
Pasen y Lean contraponía la
Armada Invencible inglesa, aquella que apadrinó
Granta y que acogió a
Ian McEwan,
Julian Barnes,
Martin Amis & Co. entre sus filas, frente a la narrativa actual francesa encabezada por un
Michel Houllebecq elevado a la categoría de máquina excretora de
boutades. Y la conclusión era que no había color. (firmo el resultado yo también). Pero, ¿qué pasaría si se hiciera la misma injusta comparación con las letras españolas del momento? Ujum, eso ya es harina de otro costal. Los grandes nombres (y perdón por lo de grandes) no se tocan. Que nadie levante la voz contra la escudería
Alfaguara (ay, esos
Javier Marías, esos
Muñoz Molina, vacas sagradas que no dicen ni mu). El resultado, lo siento, es un nuevo Trafalgar. Y el redivivo almirante Nelson sin duda es ese
McEwan fabuloso de
Expiación (
Atonement) que nos ha devuelto a tantos la confianza en las letras inglesas. Santa Virginia Woolf, líbranos de todo mal.