Don
Fernando de
Savater, gran opinador entre los opinadores, sabio resistente que se resiste a sí mismo, siempre ha querido dar a su discurso, incluido el más teórico, un toque de sutil volatilidad, algo así como un guiño cómplice al lector más haragán, un “no se preocupe, que no le va doler” típico de los filósofos ATS que tanto éxito tienen ahora. Pero, para mí, que esta vez se ha pasado. Se ha hecho tan ligero tan ligero que su
artículo globo se ha enredado con una simple comparación:
La montaña mágica de
Thomas Mann viene a ser una paella de chiringuito agosteño. Parece Jesulín, el Séneca de Ubrique, diciendo aquello de “
Los Buddenbrook son... como un toro”. Ande, don Fernando, que seguro que había metáforas más acertadas que la del arroz. Si al menos lo hubiera comparado con el pa amb tomaca, se lo hubiera agradecido Mr. Rovira. Pero ni eso.