Vaivenes en mis últimas lecturas. Los nueve cuentos clásicos de
J. D. Salinger, que siempre tiene la sorprendente habilidad de dejarte creer que sabes cuál será el final de la historia. Efectivamente, será el que tú habías imaginado pero con otra vuelta de tuerca que no te esperabas ni de lejos. Desilusión y aburrimiento con
Cosmópolis de
Don DeLillo, mucho ruido para tan pocas nueces. Lo que más me molesta son las comparaciones de la contraportada con el
Ulises. Tiene guasa. Por suerte me redimo con
El inocente de
Ian McEwan. Lo que podía haberse quedado en una historia clásica de espías mitteleuropeos a lo John Le Carré se convierte en un estudio entomológico sobre la capacidad humana de excusarse a uno mismo hasta en los mayores crímenes. Algo parecido con
Falconer de
John Cheever (gracias
Emecé, por empeñarse caballerosamente en sacar a la luz tantos de sus títulos). Un gusto extraño el que te deja, sobre todo si esperas encontrar el ambiente de sus cuentos más conocidos. Pero
Cheever nunca defrauda.