Hace muchos muchos años hubo en Granada un fanzine que se llamaba como el libro de
Philip K. Dick.
Fluyan mis lágrimas, dijo el policía. Me acuerdo de este hermoso título al ver las noticias sobre el LIBER: siguen fluyendo las lágrimas de caimán del sector de producción de libros, que contrastan con las cifras mareantes de la macroeconomía del papel importado. Las editoriales se empeñan en dar con el bucay de los huevos de oro, aunque luego les salga rana copiona. Lloran y lloran por las esquinas porque se les acaba el chollo de los libros de texto y, al mismo tiempo, se frotan las manos, como en los viejos chistes sobre capitalistas de chistera, cuando piensan que el usuario de las bibliotecas públicas podría pagar en el futuro un canon por el uso de los libros. Esa no parece precisamente la mejor política para crear nuevos lectores, pero ellos sabrán, que para eso son los más listos de la clase.