¿Quién no ha conocido alguna vez algún individuo de esa especie llamada Homo Estadounidensis de la variedad perdonenporserloquesoy? Los síntomas más comunes se presentan a la hora de hablar sobre su patria: sudores, prurito, ligeros mareos y tartamudeo. Este tipo de norteamericano, en cuanto pisa suelo europeo, se avergüenza de pertenecer a su país, quizá sobresaturado por el prejuicio antiyanqui más furibundo. Algo así le pasa a David Foster Wallace en sus ensayos sobre la vida común del norteamericano. Es verdad que Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer (A Suppossedly Fun Thing I’ll Never do Again) da una visión burlesca, hilarante del comportamiento del cliente en un crucero de placer, pero al mismo tiempo las entretelas del texto rezuman tristeza, crueldad y un punto de abatimiento. ¿Qué sentido tiene criticar el comportamiento semihumano de los participantes en estos programas de vacaciones? ¿qué se quiere demostrar, que todos somos tontos? Por favor, que a nadie se le ocurra infiltrarse en un autobús del Inserso. La vida ya tiene sus propios mecanismos para hundirte ella solita.PS.- De todos modos, hay que darle a Wallace la segunda oportunidad con su desmedida Broma intinita (Infinite Jest).