A pesar de los años, me sorprende todavía la gran cantidad de mala baba que se puede secretar ante un acto tan banal como la lectura de una novela (o de un blog, pongamos el caso). Alguien tranquilamente recostado en un sillón o delante de la pantalla del ordenador se ve arrebatado por la Santa Ira y no puede evitar emborronar con mierda el esfuerzo de otra persona. Por lo general, el santo varón o la virginal hembra se ven a sí mismos como mediadores de una Justicia con muchas mayúsculas (ya sea Poética o A Secas). ¿Y cuál es el resultado? Un escupitajo en la acera.
Todo esto viene a cuento porque quería decir cómo me sentí cuando leí la
crítica que
Alejandro Gándara hizo sobre el
último libro de
Haruki Murakami (San Alejandro bendito, líbranos de todo mal). ¿Que a un buen señor no le gusta
Murakami? Fácilmente comprensible. ¿Que pierde el tiempo llenándose la boca de hiel? Incomprensible para mí.