Yo nunca creí que alguna vez llegara a hablar en este cuaderno sobre Antonio Burgos, pero cosas más raras han pasado en mi vida (y en la de ustedes también, espero). El caso es que vía blogpocket me entero de la aparición en ABC de un articulito sobre la blogosfera firmado por don Antonio, autor fino fino filipino de los que ya nos quedan pocos en el zoológico periodístico cañí (sobre todo ahora que la canela de Ansón se ha secado) en el que mezcla churras con merinas con ese adjetivo tan tan saleroso que él se saca de la manga y olé. A Antoñito el Camborio Burgos le duele que cualquiera pueda decir lo que piensa, aunque sea detrás de un alias y con una boquita que ni con lejía se lava. Pero es que la gente es ansí, que diría Pío Baroja. Confunde autor, de este modo, dos realidades: una, que hay gente a la que no le gusta nada lo que uno hace; dos, que hay medios para decir todo lo que uno piensa, y ahí también se incluye lo que uno piensa mal. Súmense ambas y nos queda la libertad de expresión. Además, este articulito con tanta fama, tanto honor y tanta honra me pareció por momentos un folletín a lo Pérez Reverte.