Pongo la radio y en ese momento están emitiendo una entrevista con un artista de moda. Como siempre, el buen señor se queja de la falta de apoyo institucional, del aborregamiento de la masa social y de que la carretera de Albacete no pasa por Mazagón. Nos deja de broche de su discurso una perla: la base de su arte es absolutamente poética, porque la poesía es la actividad humana más alejada de la suciedad mercantil. Ideas fotocopiadas. Poses repetidas hasta la hartura (que no la altura precisamente). El artista, ese ser incontaminado, se ve a sí mismo como poeta maldito, sablista macilento y maldesayunado, figura que tanto furor hizo a principios del siglo pasado. Pero a estas alturas de la película ya sabemos todos de qué va el guión. Esta víctima de la incomprensión mundial es la primera en pasar el sombrero cuando termina la canción. Siga cantando, don saltimbanqui, que eso es lo que tiene la vida, cantar y saltar.