Vivimos en un mundo extraño. En un principio parecería que la diversidad es un derecho social, pero si uno rasca un poquito aparece una intransigencia de aúpa. Aunque resulte extraño todavía hay que aclarar que ser de izquierdas es compatible con aborrecer el régimen castrista y defender el derecho del estado de Israel no sólo a existir sino a defenderse de los que quieren barrerlo del mapa. Que ser progresista (qué mala prensa ha cogido la palabreja) significa también mirar con lupa ese estrago de la mente humana que se llama nacionalismo. Y que se reconozca en Vargas Llosa a uno de los mejores escritores vivos en nuestra lengua. Es cuanto menos curiosa la reacción de muchos ante el hecho vargasllosiano. Sí, es un buen novelista, pero es un facha como él solo, es el comentario habitual. Y apartan con melindres el libro infectado de neoliberalismo y globalización. Imagino que los puros se lavarán las manos después de haber tenido entre las mismas su estupenda Travesuras de una niña mala. Pero a escondidas no podrán dejarla sin llegar con deleite a la última página. ¿Cuál es el crimen de don Mario? ¿no fumarse los puros con Fidel? ¿no reírle las gracias a Hugo Chávez? ¿verle las orejas al lobo vestido de inditomanuchao victimista a Evo Morales? Seguro que los detractores de Vargas Llosa no estarían tan contentos si hicieran una visitita al Castillo del Morro en La Habana de la mano del fantasma de Reinaldo Arenas.Y a Ignacio Ramonet que lo empapelen en la audiencia nacional por insultar a las víctimas del terrorismo caribeño con ese crimen de lesa literalidad llamado Cien horas con Fidel. ¿Para cuándo Diez ratitos con Pinochet o Veinte minutejos con Hitler?