No sé por qué pero últimamente todas las entradas de este diario hacen referencia a autores hispanoamericanos. Sería lógico si en las semanas pasadas me hubiera dedicado sólo a leer novelas o cuentos del otro lado del Atlántico, como dice el tópico, pero es que no ha sido así. En cualquier caso, aquí tenemos otro post sobre escritores de origen americano, sólo que este vez he elegido a aquellos que viven desde hace tiempo en España.Ya en la época dorada del boom Barcelona había sido, como meca de la industria del libro español, un destino crucial en el que se encontraron García Márquez, Vargas Llosa y José Donoso, entre otros. Pero después de este momento clave, España había dejado de jugar un papel importante en la literatura hispanoamericana contemporánea. Sin embargo en la última década algo de esto está cambiando y los lazos se vuelven hacer visibles. Pienso en el caso de Roberto Bolaño, pero su vida fue más bien la de un nómada ligeramente residente que recaló al final en nuestro país. Otros ejemplos quizás sean más extrapolables. Pienso, sobre todo, en tres casos: Fernando Iwasaki, Andrés Neuman y Rodrigo Fresán. Lo que une a los tres, además su procedencia geográfica, es desde luego su gran capacidad para ejercer de aglutinadores literarios. Son ejemplares interesantísimos de animales letraheridos, cada uno con su forma peculiar de vivir la letra escrita. Fernando Iwasaki, desde su rincón sevillano, además de ejercer de columnista, escritor de novelas, creador de microficciones, ha trabajado muy duro para sacar adelante ese milagro poético que es la revista Renacimiento. Andrés Neuman, el más españolizado(mejor dicho, granainizado) de todos, ha llevado a cabo una curiosa labor como editor y antologista de relatos cortos escritos en español. Rodrigo Fresán se ha elevado a los altares posmodernos como un San Jorge de la literatura norteamericana defendiendo a capa y espada a los Easton Ellis and co.Los tres, trabajadores incansables del negro sobre blanco.