Ni la biblioteca, ni el museo, ni la sala de conciertos. El quiosco es el nuevo centro de la cultura cultural. Libros, música, arte, todo se consume y resume entre los estantes de estos nuevos templos.
El País saca una estupenda colección de
cómics (con pequeños tesoros escondidos como el Persepolis de
Marjani Satrapi), El
Batman de
Alan Davis y
Todd McFarlane vuelve por enésima vez pero esta vez es para quedarse. Me encuentro uno de los libros de
Magda Bandera junto a las maquinillas de afeitar y la estantería de chicles de
Carrefur. Gracias a las colecciones de bolsillo que tanto bien han hecho a mi escasa economía paso las tardes somnolientas de julio con las aventuras y desventuras de
Saul Bellow y su
Augie March. La vida no se hace más ligera, pero adelgaza en ocasiones como esta.
PS.- La versión
Robert Crumb de
Kafka ha resultado un fiasco pedante “made in Argentina”. No todos pueden llamarse
Art Spiegelmann.