Al final de su famosa carta,
Hugo Von Hofmannsthal a través de su Lord Chandos le hace saber a Francis Bacon y a la posteridad que no se espere de él que pergeñe más libros literalmente
porque la lengua, en que tal vez me estaría dado no sólo escribir sino también pensar, no es ni el latín, ni el inglés, ni el italiano, ni el español, sino una lengua de cuyas palabras no conozco ni un sola, una lengua en la que me hablan las cosas mudas y en la que quizá un día, en la tumba, rendiré cuentas ante un juez desconocido. Hay una filiación directa entre esa sensación tan moderna (tan de Bartleby y compañía) de haber llegado a los límites humanos de la lengua y la
cortedad del decir, ese
no sé qué que queda balbuciendo, de
Juan de la Cruz. Es el non plus ultra de la dicción humana. Pues, eso, que quede el silencio.
Ya está aquí, ya llegó. Desde ahora
nos pagarán por leer. ¿O era sólo por leer el Quijote? ¿o sólo por hacerlo delante de la cámara? ¿o por pasar el examen vía chat? ¿o sólo por convertir el acto de lectura en un Gran Hermano Tontorrón? Esto no ha hecho más que empezar. Hay que dar las gracias al Instituto Cervantes por apoyar iniciativas de tan hondo calado.
A vueltas con Jiménez Losantos. Un colaborador de
20minutos, uno de esos periódicos que reparten en el metro, como lo define
Elvira Lindo con desdén, se pone al nivel de Jiménez Losantos para insultarlo a bocajarro. El propietario del periódico le pide que deje de colaborar inmediatamente con su empresa. Se publican tres cartas de disculpas: la del libelista, la del diario y la del
propietario. Mi pregunta es: ¿alguien ha visto alguna vez una carta de arrepentimiento de Jiménez Losantos? ¿alguien ha oído alguna vez una disculpa por parte de los directivos de la COPE? Esto no es crispación, es encabronamiento. Sólo que hay formas y formas. Como dicen en
Periodistas21:
Los garrotazos provocan el mismo dolor. Pero la mano que empuña los palos es diferente. Unas rectifican y otras se empecinan.
A través del blog de
Pedro Jorge Romero, me entero de que
The Guardian ha publicado en uno de sus blogs una lista de las veinte novelas
geek. Lo primero que sorprende es por qué tiene que haber una lista
geek para eso, pero al fin y al cabo, tampoco es tan raro. Últimamente se hacen lista de todo lo imaginable. En cualquier caso, yo ya sabía que no soy un
geek ni por asomo, pero ahora lo veo confirmado. De los libros que aparecen sólo he leído seis y algunos ni había oído hablar de sus autores. ¿Debemos pensar que los
geeks sólo leen ciencia ficción? ¿no es posible que lean a
Thackeray o a
Corín Tellado, por poner un ejemplo?

Para la temporada de otoño/invierno, las editoriales nos habían preparado una pasarela atractiva, sobre todo con lanzamientos de traducciones de la literatura anglófila. Sin embargo, después de ver lo visto, queda un sabor agridulce. Gran desilusión el último libro de
Martin Amis, mucha pornografía, incesto, desnudos de la familia real, amarillismo periodístico, violencia y, al final, nada. Como un petardo mojado, sólo mecha. Este
Perro callejero (
Yellow Dog, en su versión inglesa) ha resultado más ladrador que otra cosa. ¿Qué fue de aquel
Amis de pluma acerada que brillaba en sus mejores ensayos? ¿ese hijo pródigo de
Nabokov? Por suerte, siempre nos quedará
Coetzee. El sudafricano itinerante conserva su estilo de siempre, esa prosa fría y cortante que despedaza con precisión de cirujano habilísimo, las entrañas de las relaciones humanas. J
. M. Coetzee, al que el Nóbel parece haberle hecho aún más invisible de lo que era, se esconde tras la chirriante Costello, y nos entrega con su
Hombre lento (
Slow Man) un volumen más de sus clásicos del siglo XXI. Para quitarse el sombrero.