la letra sin sangre entra
Blog de libros y literatura
escrito por
Francisco Herrera
31 marzo 2005
La novela en busca de una (re)forma
De todos los géneros literarios, es la novela el de nacimiento más tardío y el de envejecimiento más acelerado. Si no podemos hablar de novela como tal (de lo que en otras lenguas se llama “roman”) hasta el siglo XVII y aún así no alcanzará su forma definitiva hasta el XVIII con las ramas francesa e inglesa de la estirpe cervantina, compárese la antigüedad del formato con la de la lírica o la épica, por ejemplo.
A menudo se ha relacionado el desarrollo de la forma novelesca con el éxodo europeo del campo a la ciudad. En cualquier caso es evidente que
Moll Flanders o
Jacques el fatalista nacen dentro del perímetro urbano, igual que su joven compañero el Lázaro que ya adulto y cornudo recorre las calles del Toledo renacentista. El
flâneur, ese mirón ocioso y callejero de
Charles Baudelaire y
Walter Benjamin, es el novelista por excelencia. Es por este motivo que hay ciudades que están atadas a sus autores: Dublin a
Joyce, Londres a
Woolf, San Petersburgo a
Gogol o París a
Hugo: estos son casos de manual. Se puede decir, de este modo, que la novela discurre de la ciudad contrarreformista y barroca del
Guzmán de Alfarache al Faubourg Saint-Germain de
Marcel Proust. Pero se detiene en un punto concreto y no ha sabido ponerse en marcha de nuevo. Ese punto es Auschwitz: el universo concentracionario.
A partir de aquí la novela, y creo que el arte en general, se para, se mira el ombligo, levanta la cabeza y vuelve a mirarse el ombligo. Y así estamos sesenta años después. Es la época del manierismo, del acto por el acto, del medio por el mensaje. Una revolución cada dos horas, una vanguardia en el bolsillo de cada artista. En esto aparecen las nuevas técnologías de la comunicación y acaban de confundir a los que ya estaban confusos. El soporte se convierte en la única variación. Performances, videoinstalaciones, literatura electrónica, nuevos ropajes para esconder la realidad: el rey de la cultura está desnudo. ¿Qué camino coger? Los más lúcidos y, hasta ahora, los únicos que se han decidido a dar un paso (aunque no está claro que sea siempre hacia delante) han propuesto una recreación del canon novelístico a través de la fusión con otros géneros. Esta iniciativa ni es nueva ni es ajena a la tradición literaria: la novela nació como un género menor que echa mano de materiales muy diversos. Si no, que se lo digan a
Cervantes.
16 marzo 2005
A la sombra de las novelas en flor
En
La literatura y el mal (
La littérature et le mal) nos advierte
Georges Bataille:
sin la desdicha, ligada a ella como la sombra a la luz, una pronta indiferencia sería la respuesta a la felicidad. Hasta tal punto es cierto esto que las novelas describen indefinidamente el sufrimiento y casi nunca la satisfacción. Ahora entiendo por qué cuando alguien me pide que le preste un libro pero “que sea alegre” me entra ese desosiego del que sabe que no podrá llevar a cabo la tarea que le piden. Es por eso que siempre me acusan de leer libros sombríos, aunque a mí no me lo parezcan. Por cierto que
Bataille escribió estas palabras pensando en
Proust.
15 marzo 2005
La arrogancia necesaria
El viernes no quise añadir nada a la nota de luto, pero el apunte que correspondía lo trascribo ahora.
Lev Tolstoi, ya en los últimos años de su vida, era el gran patriarca no sólo de la novela rusa, sino de la literatura universal. En él se compendia la epopeya y la cotidianeidad en un grado de genialidad que muy pocos comparten en la historia del negro sobre el blanco. Él mismo, con su característica arrogancia, juzgó que ni siquiera
Shakespeare se le acercaba. Aún así fue capaz de escribir en su
diario una anotación como la que sigue: he
seguido trabajando en la definición de la vida, pero sigo insatisfecho (un día como el del viernes pasado, pero en 1903). Eso es la novela: una definición insatisfecha de la vida.
11 marzo 2005
Más que una fecha
No hay que levantar la costra del dolor. Hay que soplar el recuerdo y hacerlo memoria continua. A los ciento noventa y uno, uno a uno. A sus familias. A sus amigos. A todos, in memoriam.
09 marzo 2005
¿De dónde viene la K?
Imaginemos por un momento, con toda la desfachatez posible, que hacemos desfilar sobre una pasarela a los grandes novelistas del siglo XX. Aparece primero el quebradizo Marcel, con un cuello bien protegido contra las corrientes de aire y una flor mustia en el ojal. Le sigue el tuerto James, con más achaques que vergüenza. Le pisa los talones Virginia, con su colección completa de jaquecas. Y Franz:
estoy cansado, debo intentar reparar mis fuerzas durmiendo, de lo contrario estoy perdido en todos los sentidos. ¡Cuánto cuesta mantenerse vivo! No hay monumento que requiera tal gasto de energías para ser levantado (escrito en su diario en un día como hoy de hace noventa y un años). Siempre he pensado que la K de Joseph es por
krank y la del Agrimensor es por
kaputt.
04 marzo 2005
Una forma de decir
Por momentos,
G. K. Chesterton se nos pone semiótico en su biografía sobre
R. L. Stevenson:
La literatura no es más que un lenguaje; no es más que un milagro raro y asombroso por el que un hombre dice realmente lo que quiere decir. Aunque la declaración parezca paradójica (y algo tautológica) tiene mucha miga. A mí me sorprende que el ideólogo del padre Brown llegue a la conclusión de que la literatura es una forma de decir “superior” y que como lenguaje sirve para llegar a donde no pueden llegar otros códigos. Podía esperar esto de
José Ángel Valente pero de
Chesterton no.
03 marzo 2005
Di ario, di judío
Hay un español franco-alemán, un socialista republicano y judío, un hispano trasterrado a México. Y no es un fantasma. Realmente existió y respondió al nombre de
Max Aub. Además de su colección de
Campos, hay que poner en un anaquel de honor sus
Crímenes ejemplares (como siempre, gracias por la estupenda edición,
Media Vaca) En la edición espurgada de sus dietarios encuentro la mejor definición del trabajo de amanuense de lo cotidiano:
¿Diario? (Busco un título). Todo es diario. Siempre se escribe lo que a uno se le ocurre, según le ha pasado. O se lo imagina. Que tanto monta. No hay -ahí- idealismo y realismo. ¿Lo hay en algo? Todo es uno: diario (anotación hecha un 3 de marzo, como hoy, pero de 1959).
02 marzo 2005
Ataque por sorpresa (me lo merezco)
Sufro el ataque de un vendedor de Círculo (o más bien Cuadrado) de Lectores. Mi gran error es ser pedantemente sincero y le digo el número de libros que compro al año. Veo el brillo de rapaz en sus ojos y en ese momento debe pensar que una víctima así no se puede escapar. Necesito cerca de media hora para explicarle, o mejor, para que quiera comprender, que el catálogo que me ofrece difícilmente me hará ningún bien. Le doy a entender que no es el tipo de libros que por lo general me interesa. No se lo acaba de creer y se va con el rabo entre las piernas. Me consuelo con las palabras de
Thomas Mann:
La así llamada literatura de entretenimiento en la más aburrida que existe en la Tierra (
A bordo con Don Quijote). Y sus vicarios son los más pesados, añado yo.
01 marzo 2005
Disparo a bocajarro
En un día como hoy pero hace ciento siete años, alguien dejó escrito:
Mallarmé, intraducible incluso al francés. Esa mala leche no podía ser de otro que no fuera
Jules Renard, el dietarista más implacable (consigo mismo también, por supuesto) que conozco. Sus anotaciones son disparos mortíferos que descargan en un abrir y cerrar de ojos toda la mala intención deslenguada de un observador que no conoce la piedad ni por asomo.
Poil de carotte debería ser lectura obligatoria en todas las escuelas... de padres, naturalmente.
Por cierto que estoy seguro de que a
Stéphane Mallarmé, que todavía no había muerto cuando se hizo la anotación pero que no tenía forma alguna de conocerla, le habría encantado el comentario.
Las barbas del chivo ni se remojan
Lo que más me entristece del caso
Cabrera Infante, al margen de la muerte en sí, como es lógico, es que el viejo chivo le haya sobrevivido. Eso sí que es mala sombra.
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