la letra sin sangre entra

Blog de libros y literatura escrito por Francisco Herrera

25 febrero 2005

 

Los límites de la novela

En un artículo sobre Joseph Conrad, Virgina Woolf nos advierte de que la visión de un novelista es la vez compleja y especializada; compleja porque tras los personajes y separado de ellos debe encontrarse algo estable con que relacionarlos; especializada porque siendo él una persona de sensibilidad única, están estrictamente imitados los aspectos de la vida en que puede creer (El viejo Bloomsbury y otros ensayos). Así, en esto consistiría la grandeza y la miseria de la novela. El autor tiene la obligación de darnos vida pero no más allá de su propia experiencia creíble. Puede que aquí esté la clave para entender por qué se nos caen de las manos algunos libros y por qué otros no se nos despegan. Por otro lado la conexión de la sensibilidad de autor y lector tiene que ser aleatoria. Por eso a mí me gustan las novelas finales de Conrad, pero a Virginia Woolf (y me temo que a muchos de sus lectores) no tanto.

22 febrero 2005

 

Feo feo

Hay frases que los escritores lanzan a su público lector como si fuesen huesos que hay que roer y roer hasta sacarles el tuétano. La perfección extrema de la novela es el fruto de la imperfección de nuestra especie, nos azuza Sergio Pitol desde las páginas de su introducción a El viaje (dietario de su vuelta por Moscú y Tblisi). El jugo que se le podría sacar a esta frase de marras: sólo con el material más sórdido y repugnante que podamos hallar (el asesino Raskolnikoff, el repulsivo Samsa, el cornudo Bloom) puede la novela levantar sus más bellos edificios. Imagino que en ese feísmo verista se separa la narrativa actual de la epopeya clásica. ¿Y qué pasa cuando, con palabras de Rafael Argullol, observamos que el conocimiento poético es un reconocimiento de lo que ya vive en nosotros? No somos más que un albañal falsamente embellecido.

 

También Cabrera Infante

No sé qué pasa, pero últimamente caen los mejores. Ahora Cabrera Infante, el gran malabarista de la palabra hispana ha muerto sin decir esta boca es mía. El resplandor de Tres tristes tigres, el placer y la erudición de Puro humo, su genialidad lingüística y humorística se ha detenido. Que sea sólo por un momento y que siga la fiesta. Que no le pese la tierra.

17 febrero 2005

 

54 años sin Gide

Como estaré unos días sin ordenador, dejo ya este mensaje en el cuaderno. El próximo sábado será el aniversario de la muerte de André Gide. Cincuenta y cuatro años sin él. Parece ser que las últimas frases de su diario fueron: J'ai peur que mes phrases ne deviennent grammaticalment inexactes (Tengo miedo de que mis frases no sean gramaticalmente del todo exactas), y también: C'est toujours la lutte entre le raisonnable et ce qui ne l'est pas (Se trata siempre de la lucha entre lo razonable y lo que no lo es). Puramente cartesianas, estas "últimas palabras" están tan llenas de espíritu metódico que dan un poco de miedo. En cualquier caso, no quiero ser injusto y dar la impresión de que tengo un prejuicio contra Gide. Es un fenómeno pasajero que desaparece con la primavera (mi prevención, no Gide).


 

Escribir como profesión de fe

Hay un modelo de escritor, quizá el más propenso a llevar diarios, que yo calificaría como autor total. Vive y muere para la literatura, o al menos, para lo que ellos consideran literatura. Los libros son más que una profesión de vida, una profesión de fe. Se vive con ellos o contra ellos pero no hay medias tintas. Eso es lo que quiere transmitir Rainer Marie Rilke en la carta que en un día como hoy pero hace ciento dos años le envía a un joven amigo que empezaba a infligir versos: Basta, como he dicho, sentir que se podría vivir sin escribir para no deber hacerlo en absoluto. Uno de esos escritores profesionales sería, por supuesto, el padre de Madame Bovary. Cesare Pavese nos advierte con ironía soterrada: Guárdate bien de tomar en serio las críticas de Flaubert a la realidad: no están hechas según otro principio que éste: todo es cieno, salvo el artista concienzudo (El oficio de vivir, Il mestiere di vivere, en un día como hoy pero de 1938). Me pregunto si hoy en día tenemos alguno de estos autores-autores, pero me imagino que la presión de la vida moderna, los focos de la fama (o de la familla, más bien) y la atracción del periodismo hacen prácticamente imposible ese tipo de perfil.

16 febrero 2005

 

Gracias a o por encima de

Hace un día frío y hermoso y si mi energía y sentido del deber persisten, iré a Hampstead en coche. Pero dudo de que pueda escribir con ningún propósito (Virginia Woolf, tal día como hoy pero de 1930, en su diario). ¿Se escribe a pesar de la insania o gracias a ella? Este ser enfermizo, depresivo, maníaco, con graves jaquecas, con grandes periodos de internamiento o de estancias en la cama ¿escribió Al faro debido a la enfermedad o contra ella? No se me ocurre ninguna respuesta mínimamente coherente.

14 febrero 2005

 

Estantería de libros

Una muy buena noticia me llega a mi buzón. Se ha puesto en marcha la página o, mejor, el proyecto "Estantería de libros", un punto de encuentro entre libreros y lectores. Por supuesto, los libreros serán de antiguo o de ocasión y los lectores todos aquellos que buscan lo que no normalmente no se pueden encontrar en la estanterías de las librería al uso. Enhorabuena a los creadores del invento. Podéis daros una vuelta en "Estantería de libros" y pasear por las secciones que nos ofrecen. Larga vida.

 

Casualidades de la vida

El mismo día que nos enteramos de la muerte de Arthur Miller tenía previsto ver la película que Amos Gitai hizo sobre una de sus obras de teatro y en la que el mismo Miller hace un cameo. Como diría Robert Bresson Au Hasard, Balthazar. Por casualidad, Caridad.

11 febrero 2005

 

Pipas, caramelos, chicles

La Bolsa de Pipas celebra su décimo aniversario. No es mala noticia, desde luego, cumplir diez años con un formato tan atípico y en el complicado mundo de la edición de revistas. Mis felicitaciones desde aquí.

De este número me quedo con uno de los "poemas-ecuación" de Agustín Fernández Mallo: Ejemplo, ecuación a resolver: ¿con qué soñaban los Clicks de Famobil que siempre se quedaban en el fondo de la caja? Y yo me pregunto igualmente a la manera philipkadickeiana: ¿sueñan los clicks con ovejas de plástico?


09 febrero 2005

 

Como el humo del tabaco

Hace unos meses recogí el comentario de Augusto Monterroso en el que se pregunta si hay un placer por escribir. Imagino que esa pregunta es de obligado planteamiento para cada escritor y que cada uno resolverá, como buenamente pueda, la cuestión. Por eso no es de extrañar que, en un día como hoy, pero de 1908, Lev N. Tolstoi se planteara el dilema: ¿por qué escribo esto? ¿no habrá un deseo personal de algo para mí? Y puedo responder con certeza que no, que si escribo es únicamente porque no puedo callar, porque me parecería que hago mal si callo, como me parecería mal no intentar detener a unos niños que estuvieran a punto de caer a un precipicio o de ser arrollados por un tren. Creo que la comparación es lo suficientemente vigorosa como para no tener que darle más vueltas al asunto: se escribe por necesidad, por imperativo moral.

Claro que otra pregunta que se puede hacer, en relación con al anterior, es ¿por qué se hace crítica de lo que se escribe? ¿son los críticos escritores de segunda categoría? Johann Wolfgang von Goethe tiene su opinión propia, como en tantas ocasiones, sobre el tema: cada vez me resulta más insoportables los juicios de quienes son incapaces de producir algo propio; sus palabras me repugnan tanto como el humo del tabaco (desde Roma, en un día como hoy pero de 1788).

 

Una triste desaparición

Ha muerto Javier Tusell, uno de los mejores especialistas en el siglo XX español y un gran columnista. La noticia me coge tan de sorpresa (no tenía ni idea de que su estado de salud fuera tan delicado) que me quedo con la boca abierta ante la portada de El País. Tengo un recuerdo muy grato y muy vivo de sus monografías sobre la España de Franco y la transición, escritas con pluma poderosa y clara, a la vez, algo que no siempre se puede decir de los historiadores. Sus columnas en las que defendía el derecho al centro político sin estridencias daban siempre un aire civilizado a las trifulcas del bajobarrio politiquero. Que la tierra le sea leve.

07 febrero 2005

 

Wellescome, Mr. Orson

En uno de los ensayos sobre cine de Contra la interpretación (Against Interpretation) Susan Sontag habla sobre el clarísimo paralelismo entre la historia del cine y la de la literatura. Efectivamente, ya no se trata sólo de la forma en la que el cine trata a los libros (o viceversa), porque la literatura es más que una fuente de inspiración para guionista, es la hermana mayor del cine. Hay afinidades más que luminosas, radiantes diría yo. Para mí Orson Welles es el canon, un Miguel de Shakeperantes (con permiso de Harold Bloom). La Nouvelle Vague se comporta como las vanguardias princiseculares que hicieron estallar la literatura europea en esquirlas que van desde el surrealismo hasta el modernismo. Y así sucesivamente. Creo que para una persona acostumbrada a leer, ver cine debe ser una actividad hermana, o al menos hermanastra.



 

La grandeur es una cosa seria

Para mí, y de forma por la tanto absolutamente caprichosa, hay dos escritores que llevan sobre sus hombros (o entre sus líneas) el peso de la grandeur francesa: Malraux y Gide. Del primero porque no le falta detalle para ser condecorado como “el gran escritor que hizo todo lo que debía hacer un gran escritor”. El segundo porque da la impresión de que toda la fuerza se le va en jusficarse a sí mismo y a su grandeza: no he sido nunca más modesto que al obligarme a escribir cotidianamente en este cuaderno páginas que sé y siento tan pertinentemente mediocres, repeticiones, balbuceos, tan poco apropiados para ser admirado o amado (escribe en el día de hoy pero de 1916). Lo siento, pero creo que ni él mismo creía en su modestia de quita y pon. Ahora que lo pienso, a lo mejor la causa profunda de la grandeur está en llamarse André.

04 febrero 2005

 

Escribir diarios

Parecía que llevar un diario se había convertido en un acto trasnochado, casi decimonónico, pero con los cuadernos de bitácora virtuales la idea del dietario vuelve con fuerza. Hay que tener en cuenta que los escritores de diarios son los mejores lectores de los mismos, y viceversa. Será como dice Franz Kafka en el suyo que una persona que no lleva un diario se halla en una posición falsa ante un diario. Cuando, por ejemplo, en los diarios de Goethe lee: "11-I-1797. Todo el día en casa, ocupado en arreglos diversos", le parece que él mismo nunca ha hecho tan poca cosa en un día (29 de septiembre de 1911, Diarios 1910-1923, Tagebücher). Se me ocurre un sistema de lectura transversal de los diarios: leer las anotaciones de la misma fecha en diferentes autores, para ver qué hiciero en el mismo día (aunque no necesariamente en el mismo año). Esto es una "repesca de diarios". Pienso en Gide, Tolstoi, Goehte, Woolf, Renard, Monterroso, Jünger, Kafka... A ver qué sale de este engendro.

 

A bablog y a estriblog

Dice el DRAE que un cuaderno de bitácora es un libro en que se apunta el rumbo, velocidad, maniobras y demás accidentes de la navegación. Así que estoy pensando en ponerle otra etiqueta a este diario porque rumbo no lo hay, la velocidad es poca, las maniobras están mal señalizadas y los demás accidentes de la navegación entorpecen el tráfico. ¿No sería mejor llamar a los blogs agujas de marear (la perdiz)?

03 febrero 2005

 

(Des)leer


Volviendo sobre el tema del acto de leer y sus consecuencias (también en consideración con la molicie de los actos laudatorios del Quijote sin lectores) traigo a colación un comentario de Marcel Proust en su opúsculo sobre John Ruskin: La lectura se halla en el umbral de la vida espiritual: puede introducirnos, pero no la constituye. Posted by Hello

 

Churras con merinas

Efectivamente, como era de temer, el aniversario de la edición de la primera parte del Quijote se está convirtiendo en un grandioso festival de despropósitos. Atención al comentario. En una entrevista concedida a la revista Leer, José Luis Rodríguez Zapatero dice de la novela cervantina que es la Constitución de la vida porque, en última instancia, la vida es libertad y no hay un canto mayor a la libertad que esta novela. A mí por lo menos, cuando me llenan el oído con tales banalidades, se me queda cara de ajo (de aquellos que tanto gusto le daban a Sancho).

Menos mal que siempre nos queda Vladimir Nabokov que sabiamente nos advierte: algunos críticos, una minoría muy difusa y desaparecida largo tiempo ha, han intentado demostrar que El Quijote no es más que una farsa tonta. Otros han sostenido que El Quijote es la mejor novela de todos lso tiempos. Hace cien años un entusiasta crítico francés, Sainte-Beuve, lo calificó de "la Biblia de la Humanidad". No caigamos bajo el hechizo de estos encantadores (Curso sobre el Quijote, Lectures on Don Quixote). ¿Tendremos que emigrar a un país de habla no hispana para huír de los fastos vergonzantes? Dejen en paz a Cervantes que él ya se basta y se sobra sin ayuda de patanes y meapilas.

02 febrero 2005

 

Llámalo Roth



Si un escritor publica su primera obra antes de los treinta, nadie le hace caso, se olvida por completo de su oficio y se dedica a otros menesteres, con casi sesenta años se vuelve a editar su novela, alcanza un éxito sorprendente (vende en su país más de un millón de ejemplares), no empuña la pluma hasta pasados los ochenta (una vez que su mujer ha muerto) y, encerrado en su mobil-home (mobijón, como dicen en Gibraltar) de Nuevo México produce otra gran obra maestra ¿cómo se llamaría esto? Puedes llamarlo sueño, como haría él mismo, o simplemente milagro. Esta es, en resumen, la historia de uno de los más grandes escritores estadounidenses del siglo XX: Henry Roth, padre y madre de la literatura judía norteamericana. Él mismo comentó: Todos me pregunta por qué he publicado un solo libro en todos estos años y la verdad es que la respuesta es tan largo como mi propia vida. Arthur Miller en su discurso de recepción del Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2002 lo nombró con exactitud: Las pocas grandes obras de arte que han resistido el paso del tiempo, como Llámalo sueño, de Henry Roth, si bien reflejaban con eficacia la pobreza y las miserables condiciones de vida de la clase trabajadora en la ciudad, de hecho apuntaban esencialmente en otra dirección: a las experiencias subjetivas del autor y su percepción personal de la vida en un tiempo y un lugar determinados.


 

El lujo de la felicidad a pequeños sorbos



Anthony Trollope, con toda su ironía, tan inglesa y tan victoriana, condensa en una sóla frase un pensamiento orgullosamente pequeño burgués al que no puedo evitar sumarme con deleite, cuando pregunta en El Custodio (The Warden): ¿existe algo en el mundo más lujoso que un sofá, un libro y una taza de café?

 

Palabras como tiros en la nuca

Estoy cansado de tanto palabrerío doloroso con la cuestión Ibarretxe. Sesenta años después de la liberación de Auschwitz estos camisas pardas de la txapela juegan al diálogo por las buenas o por las malas. Antonio Tabucchi viene en nuestra ayuda cuando recuerda que no se pueden decir impunemente ciertas palabras, porque las palabras son las cosas (Se está haciendo cada vez más tarde, Si sta facendo sempre più tardi).

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